Todos los que hemos hecho Pilates en algún momento de nuestra vida como alumnos, hemos vivido alguna anécdota simpática durante las sesiones de Pilates. No temáis que no os vamos a sacar los colores sólo a vosotros, en el próximo post analizaremos las miserias de los instructores de Pilates. Pero ahí vamos con algunas de las anécdotas más comunes:

  • Algunos de nuestros pacientes, cuidan hasta el último detalle de su outfit pilatero, combinando calcetines, camiseta y hasta toalla. Pero es común descalzarte muy concentrado porque va a empezar la sesión de Pilates, y de repente darte cuenta que llevas puesto un calcetín de cada color. Si te ha pasado, sabes que no es lo peor que te puede pasar en una sesión de pilates. Sigue leyendo.
  • El caso anterior un poco más extremo, es cuando ya bien avanzada la sesión sube tu temperatura corporal por el esfuerzo del ejercicio y de pronto te das cuenta, que en uno de los dedos de tus pies esa temperatura no es igual. Diriges la mirada hacia tus pies, y efectivamente, tu calcetín tiene un agujero.
  • Está claro, una de las razones por las que te has apuntado a Pilates, es por evadirte, por conectar contigo mism@ y dedicarte ese momento para ti. Y tanto lo consigues, que de repente: “toc toc, alguien llamando a tierra!”.  Tanto te has “concentrado”, pero en tus cosas, que tu instructor@, te despierta indicándote que estás haciendo un ejercicio completamente diferente al planteado.
  • ¿Y las risas que nos echamos cuando te resulta completamente imposible coordinar piernas y brazos en algún ejercicio más exigente en este sentido?
  • Nunca has estado en una sesión de Pilates si no has llevado la respiración cambiada en algún ejercicio o incluso si no ha habido algún ejercicio que te ha supuesto tal reto que lo has hecho en apnea. En nuestro centro, tenemos un club de fans de la respiración cambiada, con president@ incluido, no queremos señalar a nadie.
  • Y por último, esto sí que es un clásico de Pilates y no el roll-up… ese gas sonoro que se escapa en medio de una clase en silencio y que te esfuerzas en disimular con un ataque de tos.

Seguro que tú has vivido alguna anécdota más. Escríbenos para contárnosla.